jueves, 2 de julio de 2015

Para leer en verano: Sobre la mediación escolar...

La vida en las escuelas se ha convertido en un tema de debate en las últimas décadas. Por un lado los cambios realizados en el currículum, organización y en los valores de equidad y ciudadanía de la LOGSE ha provocado en muchos profesores un sentimiento ambiguo sobre el sentido de la educación. La violencia en diversas manifestaciones y un amplio abanico de conflictos están presentes en el día a día escolar. La complejidad de la sociedad se refleja directamente en la escuela, quien, a modo de espejo de esa sociedad, observa cómo los cimientos de conocimiento y sabiduría tienen que compartir espacios ideológicos con aspectos prácticos y conflictos sociales.
 
Los conflictos escolares tales como la disrupción en el aula, la falta de motivación del alumnado, la flexibilización organizativa ante la avalancha de población estudiantil diversa, el maltrato entre iguales, las relaciones distantes con las familias,  los destrozos y vandalismo del material e instalaciones, la crisis de autoridad del profesorado, etc., son temas de debate que recurrentemente están presentes en los claustros de los centros escolares.  Todos ellos, sin embargo son percibidos como elementos negativos cuyo abordaje produce desazón, miedo y que cuestionan el sentido de la escuela. Esto supone que a menudo se evite la confrontación, o bien se intente suprimir o cambiar al culpable y en el mejor de los casos se busque su prevención para que no aparezca el problema. Por ende, desde una perspectiva tradicional de la disciplina basada en la autoridad del profesor, se sostiene la idea de que éste debe ser el responsable de  atajar, solventar y actuar como guía corrector de las dificultades y conductas indebidas de los alumnos. Por esta razón la vida escolar está salpicada de palabras tales como disciplina, castigos, correcciones, etc., estrategias a partir de las cuales se espera la mejora de la dinámica de relaciones interpersonales en la escuela.
 
Desde una perspectiva de resolución de conflictos el interés de la acción educativa gira en torno a una concepción del conflicto como elemento educativo, en cuanto que tanto los alumnos como los miembros adultos de la comunidad tienen la posibilidad de resolver y negociar posibles problemas. En infinidad de ocasiones el conflicto permite el diálogo y el contraste de opiniones e intereses sobre un mismo hecho. En el proceso de llegar a acuerdos las partes implicadas intervienen en su resolución, lo que permite y exige asumir responsabilidad en la toma de decisiones.
 

El conflicto es, pues, asumido como un elemento consustancial al proceso escolar y, sin menospreciar la necesidad de una mejora de las relaciones, el énfasis se centra en el proceso de resolución y de llegar a acuerdos tanto o más que en la solución eficaz y efectiva de los mismos de forma instantánea. Se debe tener en cuenta que en la mayoría de los incidentes de disrupción en el aula o indisciplina y de maltrato entre iguales las relaciones interpersonales son parte del meollo del problema y por lo tanto la intervención educativa ha de buscar la creación de relaciones justas entre alumnos y profesores y alumnos entre sí.
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